jueves, noviembre 10, 2005

Con lo que eso duele

Bay-bay, se acabó el recreo,
el son de tu pay pay vacuna mi deseo.
Me consta que no fui, rubia, tu debut,
dimelo todo sin decir ni mú.
Asesina, sister morfina,
el para siempre es un bluff en horas de oficina.
Desde que no te miro veo amanecer,
date el piro y que te folle un pez:
la pasión es una ruina.

Nones, porque no quiero
que tus pezones me requisen las despedidas de soltero,
ni que me pisen por segunda vez,
con daños a terceros, señor juez.
Mantis religiosa, pantys gaseosa,
botas con media suela rota a fin de mes.
Las vecinas se han sentado a ver
cómo agoniza el del noveno B,
entre vírgenes milagrosas.

Qué quieres saber de tu prima,
la próxima vez le salto encima.
Dónde va a parar si en vez de ayunar
me come una lima.

Naufragué
en las rayas amarillas de los papeles
como un buen pelele.
Me cansé
del trajín de los caínes y los abeles,
con lo que eso duele,
mire usted.

Conejito, no me presiones,
maldito móvil tanto ring ring tocando los cojones.
Te lo repito por tercera vez:
no me apuntes con el almirez.
Que abogado tan fino y mal pagado,
si quieres firmo tablas en el ajedrez,
tienes que aprender a decir adiós,
la mejor distancia es la mayor,
cuando un taxi es una ambulancia.

Qué quieres saber de tu prima,
primero debajo luego encima encima.
Dónde va a parar si en vez de ayunar
me come una lima.

Derrapé
en las noches duermevela de los moteles
pagando aranceles.
Me cansé
del run run de los palmeros y los caireles,
con lo que eso duele.

Y después de ti luna y lunares
la vuelta al calcetín, las sábanas impares,
la baba de las putas sin pedigri,
la cicuta de los bares.

Me manché
con las arias legionarias de los cuarteles
como un buen pelele.
Me cansé
del trajín de los caínes y los abeles,
con lo que eso duele,
madmuasel.

tanto por hacer,
me cansé,
del budismo zen de la tele,
de los desamores que huelen.

Joaquín Sabina y Jaime Asúa.

1 comentario:

Aurefaire dijo...

Y la noche se remonto sobre sus brazos como si en verdad todo fuera posible.
Y ella se dejo arrancar del suelo y sin verter una sola lágrima se fue elevando de a poquito, lentamente, de la misma manera en que crece un ramito de hierba (buena o mala), indiferentemente indiferente. Sus ojos tímidamente se fueron desdibujando pero no así su mirada.
¡Qué cosa rara la memoria del corazón! Es como una servilleta de esas que te robas del bar con un millón de proyectos dibujados a cuatro manos y un solo corazón (o al menos eso parecía en ese entonces), la gente cambia dicen o no cambia, no me acuerdo en realidad como iba el dicho. La cosa es que esa servilleta tan frágil, tan blanca, tan llena de cositas azules, algo así como letras y dibujos de lo que nunca será, ya no existe y quizá nunca debió haber existido, pero ahí estuvo. Está en mi memoria pasada (justo a dos casilleros a la derecha y once abajo del recuerdo de mis manos abriéndose para acariciar al viento) y la traigo de vez en cuando al hoy, al ahora, pero en realidad ahora no cuenta porque ya pasó. Ahora es otro ahora, aunque es sábado y mañana, mal que me pese, probablemente sea domingo y ese domingo dure todo el día (los domingos son poco educados y raramente se retiran a tiempo como una vista considerada) y una pluma cualquiera me traiga ese recuerdo y yo sonría aunque nadie lo note y ese sea mi levísimo contacto con tu recuerdo. Las otras sonrisas son muy tristes, o muy inocentes, o incoherentes, o muy de hormiguita viajera o muy otras cosas, definitivamente inapropiadas para esta sensación de cosquilleo en la nuca que congela la energía por un instante y me hace saber a escalofrío cierto que estás. Deberías irte, lo sé. Vos, no te diste cuenta aún, o si lo sabes, detalles ínfimos como éste que planteo, no te dejan partir. Es un poco mi culpa, lo acepto, aunque aún no lo resuelvo. Es cierto eso de que no somos nada más que un granito de arena en un desierto infinito. Justamente quizá porque somos parte arena y parte calor de desierto y muchas otras cosas más que no entiendo o no veo y que quizá tampoco quiero ver, esa parte arena que va por dentro sumada al calor, hace que en algún punto nos fundamos y nos transformemos en cristales y sea por eso que nos vemos tan grandes, tan importantes, tan... ¿cómo decirlo? Deformados.
Es tarde, es cierto, pero tarde ¿para qué? Si pudiera intercambiar no sabría con qué.
Ahora te voy a decir un secreto (así, para que quede entre nos), hoy no puedo mirarme al espejo, porque ahora que me salvé de mí misma y tengo la boca llena de frutas y sabores dulces me doy cuenta de que no sé quién me va a salvar de vos. Sos más implacable que éste yo que me mira desde estos ojitos de nada, más implacable que mis amigos (a mis enemigos no los cuento porque es demasiado fácil destruir a alguien si en verdad se quiere hacerlo).
Resumiendo, te tengo miedo. Así como ese miedo que le tengo a los cotonetes hasta finalmente sacarlos de mi oreja, o como ese otro que le tengo a los mosquitos, o al papel, ya sea escrito o en blanco (siempre es amenazante). Te temo. Y aún así, no puedo evitar pasar por el baño y encontrar alguna excusa tonta (como tener ganas de hacer pis), para poder finalmente (aunque sea de reojo), mirarte al mirarme en el espejo, ahí, a cinco grados a la derecha de mi hombro izquierdo.

y a q te gustó ak lo dejó como prueba de mi paso por tus líneas, abrazos en vagones amiga...