viernes, febrero 24, 2006

Refutación y ratificación del calor y la locura

I.

Me gustaban esos días en los que me ocultabas tus señas particulares y bastaba saber que habías nacido, sin año, ni mes, ni nada de eso. Y ahora (justo hoy) sé la numeración de tu documento, de tu calle y de tus teléfonos y sus facturas.

- ¿ Tenés Rayuela en tu casita? - y dibujé tu mesa de luz en una habitación chiquita, como la mía.
- ¿ Rayuela? Como una Biblia - dijiste.
- Entonces, leamos el capítulo uno y desordenemos dentífricos y que no sea casual reencontrarnos sin citas-
- Dale, juguemos-.

Creo que yo fui la primera en ir quebrando el pacto, la que empezó a buscarte cierta.
- Datos - decías, como no entendiendo mi necesidad de saberte más allá.
- Tengo que irme... otro día voy a explicarte-
- Me imagino...-
Me imaginaba tan bien que no pude creerlo y, aunque supe que no era un chiste, tuve esa sensación parecida a despertarse perdido con la mitad del cuerpo todavía en el sueño que describiste hace unos días.

Ahora nos hemos confesado, nos importaba enamorarnos. Te importaba enamorarme y a mi enamorarte, aunque en tu cama no hubiera lugar libre, ni en los hoteles, aunque yo hiciera tours por otras camas que nunca eran la mía.
Sigo preguntandome si sabernos como ahora no es demoler los puentes, talar las plazas, poner el reloj en hora y que cada latido nos ordene, nos vuelva parte del mundo ( después de tanto denunciarlo) y terminemos usando hojas tan rayadas como aquel perro que te conté...



II.

En estos días he analizado la locura como uno de los caminos más eficientes hacia el vértigo, hacia el nudo y su liberación constante...
- No sé por qué tenés esa fijación con lo cíclico-
Tal vez estar loco sea parecido a tener las cosas insoportablemente claras y no poder rebobinar ni un paso sin ser conciente de que la involución no es una opción.
Sé que es parte de una trampa, de la misma trampa que vengo perfeccionando desde hace más de un año, con algunos descansos -claro- justo cuando me doy cuenta de que va a comerme.

Los sonidos agudos me agujerean y me dan tantas ganas de gritar que aprieto la birome hasta romper las hojas y ya no puedo escribir.
Me da un poco de miedo que leas esto y lo tomes como algo personal, pero escribo como si se tratara de una carta de esas que decidimos no enviar porque llegarán cuando todo ya no sea noticia. Una carta para mi misma que debería leer cuando esté lista y no ahora cuando escribo.

Hasta ayer la ciudad estuvo irrespirable, con ese aire espeso que pudiste conocer, pero hoy llovió. Ahora hace frío en los pies y en la punta de la naríz, la cama es un buen lugar en estos casos. Yo escribo porque no puedo pedirte que te saques el pijama y confies en mi después de tanto escepticismo en los renglones anteriores y además porque no estás acá para hacer que olvide mis boicots, para que valga la pena el insonmio, la luz del velador, mis manos, el resto de mi cuerpo.

Al poco tiempo de conocernos tuve un día en el que supe la verdadera diferencia entre el frío y el calor. Fui capaz de refutar la leyenda del amor primaveral, la belleza vestida con guirnaldas. El verano se parece mucho más a la tristeza, las cosas y las gentes se derriten y se pegotean, es una metamorfosis totalmente desagradable.
Lo único que se puede hacer a destiempo, a contramano de los fenómenos metereológicos es compartir algún cochón. El calor es parte del amor como si las estaciones hubieran sedido su lugar al sol, a la humedad y al río.

Hoy es Febrero e invierno. Claro que en Paraná no es invierno cientificamente hablando, pero hoy si. Y la felicidad debe parecerse bastante al calorcito que voy sintiendo en los dedos de los pies, y a las ganas de que estés magicamente entrando en mi habitación, sonriendole a la hoja pegada en la puerta, mirandome contarte que hace demasiados meses que escribí eso.
Me gustaría una locura que permitiera la aparición alucinógena de tus ojos, aunque viniesen a asesinarme, a meterse en los lugares que me imagino amurallados detrás de mis pupilas, pero acepto transparentes, permeables.
Mis ojos de arena, tus ojos de mares...

lunes, febrero 13, 2006

pedacito

Me he exiliado.
El asilo me lo dan los frutos que desarma el viento, los panaderos o esas semillas del aire.
Me he refugiado en las alas que se vuelcan al pie de la cama.En la letra chiquita del contrato caleidoscópico.

Esquizofrenia

" Yo también quisiera conocer mi historia si yo fuera ella y ella yo..."
A.P.

En las cuestiones limítrofes, precisamente, es donde reside la duda. El insomnio, las dos, las tres, las cinco de la mañana, sin párpados como pecesitos.

- Debería quererte menos-
- Claro, para estar bien segura de que yo te quiero más-
- No, para no temer-
- Te doy permiso, quereme lo que puedas-

Había una parte tan conciente del asunto, del cálculo matemático, del asiento contable: seremos siempre éstas que desembarcan en vos. Por ejemplo, yo te trato de vos y vos me tratás de vos... quiero decir que esto está muy claro. Por supuesto que podrías preguntarte si soy yo o sos vos quien piensa estas cosas...

De estas trampas espiraladas, de este sacudirse como un lavarropas para salir a respirar húmedo, una camisa enredada a la pierna de un pantalón. El llanto de la camisa, los brazos transparentes del pantalón, el futuro centrífugo. La fuga hacia dentro de algo, de acá.

Cuando me voy lejos, escapandome, presiento la yema de tus dedos, la punta de tu lengua, el destino de tu ombligo... y mi reflejo, que es lo mismo.