I.
Mi casa no me contiene.
No quiero decir que tenga que consolarme, digo que no estoy.
Que ésta habitación que te conté, se desviste,
que se le caen los objetos voladores y los dibujos que mirás desconfiada y con razón.
Mi casa, en la que se puede todo menos vos, no es mi casa.
No vivo en ella ni con esta urgencia de primeros auxilios, ni a esta hora en que te escribo para no aceptarlo.
Mi casa, la piel de mi casa y sus manos, me reciben avergonzadas de verme ir a dormir a las terminales.
(Tu bufanda anaranjada me mira, me compadece, sabe que este no es sitio.)
II.
Yo hablaba con vos, vos hablabas con vos, como Alejandra con Alejandra ( con Alejandra), como Silvina con Silvina, como todas y sus espejos y sus objetos brillantes y esquizofrénicos.
- ¿ Cómo que te vas?
- No puedo quedarme -.
Pero no había puertas, más bien escaleras y ruedas, había papeles confusos que resistían el movimiento de tus pasos.
- Yo también me voy.
-¿ Conmigo?
- Sí, pero no, me voy de mi principalmente.
- ¿ Y a dónde?.
- Me voy a la vida que me espera.
- ¿ Sentada?
- No puedo irme sentada... “ el que tenga buen camino tendrá sillas...”
- ¿ Quién dijo eso?.
- Acabo de decirlo: “... peligrosas que lo inviten a sentar...”
-¿ Quién espera?
- Algunas frutas, como el durazno por ejemplo, en dos mitades, latiendo, controlándose el pulso. La lengua y los dientes.
Sí, hablo por mí, con vos por mí, para olvidarme del eco ( y del hueco) que frecuentan los colectivos de larga distancia.
lunes, mayo 29, 2006
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