martes, abril 25, 2006

Olor a loco

Existen algunas noches en las que quiero, más que otras, entrar en la locura como en una fiesta con muchos invitados que tardan en llegar.
Ir pasando la mano por los manteles blancos de las mesas vacías y que todo huela a desinfectante o a metales... o no huela, de repente, para poder acordarme con la nariz de ciertas cosas que dejaría en mi vida anterior, en la de la cordura: el olor del cigarrillo en los dedos, el de un pimiento ( si es amarillo, mejor) y, principalmente, el olor a café que tienen algunas mujeres donde deberían tener cualquier otro perfume menos ese.

Después de todo, los espejos nunca fueron mis amigos, ni los relojes, pero más por su manía de "tititití" que por la muerte o las arrugas.
Oler y perder, nasalmente, la lógica ( al menos al principio). Ya habrá tiempo para evitar multitudes ( la fiesta sigue desierta), podrán seguir otros síntomas y me daré en la cabeza con una botella verde.
Me gustaría entrar así en una cajita de pastillas azules y rojas que me conviertan en un ser "slow motion" sin que pueda darme cuenta.

Pero ahora llueve, y el olor está mojándose como un perro, o como un pullover que se quedó en la soga, y todo es demasiado humano... y predecible.


( Además, creo que S. me mira con su ojo derecho detrás de los anteojos de sol, desaprobándome)

3 comentarios:

Paz dijo...
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Paz dijo...

me encanta...también me gusta la palabramuñeca...gracias

Patricia Casalderrey dijo...

Retener olores en la memoria. Me dijeron que es lo que mejor recordamos, y es cierto. Sin saberlo, es cierto.
(precioso, por cierto)