lunes, enero 23, 2006

Contracrónicas

II.

- No sé por qué escribís... ¿Cómo creés en el amor sin creer en el amor? -
- Si vos no sabés por qué escribo... Ni yo sé por qué escribo -
- ¿Te enojaste? Yo también -

Tal vez sea cierto que nos volvimos tan poco nosotras, más yo que vos como dijiste. Pero también puede ser que nos hayamos vuelto más nosotras que siempre. Al menos yo, cumpliendo con el mandato de tus ojos, rompiendo con la escena que inventaste en el fondo de los míos.
Creo que fui más yo cuando dije aquello. Más fiel con mi instinto piromaníaco, en medio del río, a tus ojos quirúrgicos mis bombas molotov...

Ahora es diferente, me imagino que tuviste que respirar del fuego, y yo tuve que pedir un poco de anestesia para dejar actuar tus bisturíes.

Soy la que no te escribe, estratégicamente, para que mis pistas no sean de aterrizaje.

I.

El calor no marcaba las tres y media de la mañana, antes había querido aliviarlo con cerveza, repasando todas las palabras que iban a convertirse en ese antes de este después. Bebí cada sorbo intentando reconocer los mililitros de valor y las dosis de "porlasdudas", tomé las precauciones en botella de litro.
Si me hubiesen preguntado yo habría dicho que no iba a reconocerte así, de espaldas. Buscando quién sabe qué solución en el bolso que prometía mucho más tiempo del que tendríamos.
Mirabas hacia la izquierda y me pareció una idea tan correcta que casi vuelvo sobre mis pasos para entrar a escena por el lado de los que llegan. Pero estos dos metros de distancia me dejaron conocerte antes de que vos me conocieras, planear la primer frase dicha casi en los ojos, el preámbulo de la primera vez que la piel... el beso en la mejilla que apuré. Tu brazo en mi espalda... vos sí parecías saber.

Después, la plaza, la facultad desde donde te llamé para mostrarte cómo sonaban cinco mujeres y cinco tambores, la ciudad derritiendose...
El caleidoscopio a camello, el vino áspero que elegí para que la sed no se fuera, nosotras buscando oxígeno en la terraza incómoda.
Pero por fin vos, tu mano ganandole a mis ojos escapados y pensar " voy a besarla" y besarte. Entonces, la urgencia paciente de los seis pasos hasta la cama, hasta mis chistes fuera de lugar, hasta el río en la piedra y la piedra en el río, hasta escucharte por dentro y por fuera. Hasta dormirnos sin culpa, y sin apuro por despertar.

No hay comentarios.: